Historias de un inmigrante.

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Mi yo inmigrante.

Debo empezar con mi admiración total para las personas que han decidido emigrar hacia otro país, alejarse de sus hogares, dejar a sus familias, amigos, todo, para descubrir y construir un futuro mejor, otros por su deseo de explorar y conocer nuevos mundos, como también admiro y aplaudo los procesos que han vivido personas que se mueven a otras ciudades dentro de nuestra bella Colombia, para reconstruirse. En esta oportunidad les contaré acerca de mi experiencia, pero más adelante estaré compartiendo historias reales de amigos, ángeles, personas increíbles que con su valentía y determinación han atravesado y superado sus procesos como inmigrantes dentro y fuera de la “Tierrita”, esas historias que me han inspirado, que me han traído hasta aquí a escribir y compartir con ustedes.

Si leyeron mi presentación, saben que soy de Barrancabermeja, Santander, mejor conocida como la ‘Bella hija del sol’. Una ciudad o – en mi memoria – un pueblo grande por el calor de su gente,  donde el sol abraza de día y de noche, en donde hacer deporte resulta una hazaña, toca echarle hielo a la pila para sentir el agua fresca a la hora del baño, vestir elegante se hace en ocasiones muy especiales y con aire acondicionado; una ciudad bañada por petróleo, alimentada de su gran río magdalena, que cuenta con variedad de comida deliciosa, rica en sabores y colores (luego compartiré algunas recetas), sus mitos y leyendas que la hacen fantástica, bailes que contagian su folklore con música alegre, un buen porro sabanero, un buen vallenato bajo un palo de mango con una cerveza en la mano. Una ciudad que ha superado las crisis, que demuestra con agallas, lucha, valentía, amabilidad y berraquera, el amor y temple de su pueblo.

¡Ay! como extraño un patacón relleno, un sancocho con arroz y aguacate con limonada de panela, tomar milo frente al hotel San Carlos en el Comercio, caminar por las calles de mi barrio Colombia, atravesar Torcoroma, el Galán y seguir hasta el Parnaso y llegar al parque de la 60, ver las estrellas en el parque de la Vida, montar en bicicleta por la Villa Olímpica, parar en el parque Infantil a comer raspado, pollo asado de la Totuma o comer fritos en el Kiosco, sin olvidar ir a misa a la iglesia la Inmaculada cada domingo. Mi época dorada, esa en donde no sentía miedo de caminar por sus calles, atravesar sus parques, llegar a barrios lejanos desde mi casa, subir el puente elevado en mi bicicleta creyendo que era el premio de montaña, patinar bajo la lluvia con mis vecinos, sentarme a hablar con don Efraín mientras sacaba las yucas de los dedos de mis pies,  escuchar los consejos de Doña Trini, ver coser a Doña Esther, entrar a ver el jardín de Doña Agustina, saludar a Miguelito, Doña Cleo y Don Ángel, hacer galletas con Nury, Tati y Luzmi, pedirle ayuda a Don Carlos con mis tareas, entre otros tantos bellos momentos con hermosas personas que llevo en mi corazón. Mi ‘bella hija del sol’, esa que me acompaña en mis venas porque entre más años cumplo, más friolenta me vuelvo y más costeña de agua dulce me siento.

Ese fue el contexto para que entiendan mi origen, como mi niña interior me ha llevado más lejos de lo que un día imaginé y como a la vez sentía que en esa hermosa tierra yo no encajaba.

Una tarde cualquiera cuando tenía unos 10 años, mi vecina Georgina (en paz descanse) me preguntó- eso que siempre les preguntan a los niños- ¿Qué quiere ser cuando sea grande? y ¿en dónde le gustaría vivir?, yo muy decidida le respondí: quiero ser arquitecta y quiero vivir en México. Aclaro que para ese entonces estaba seriamente influenciada por las mansiones y paisajes de las novelas que veía en casa, dramas de México, Venezuela, Argentina y Perú. Mi vecina, ella que se desempeñaba como docente, me miró y me dijo: ¿por qué mejor no sueña algo que pueda cumplir?, algo que pueda alcanzar. Hoy día agradezco que, aunque recuerdo esas palabras nunca me las tomé en serio y decidí seguir soñando hasta el día de hoy.

A mis 18 años y por circunstancias que explicaré luego con más detalle, decidí salir de mi casa con consentimiento de mis padres, para llegar a Bucaramanga (a casa de mi tía Esther) y empezar mi aventura -nada fácil- de trabajar durante el día y estudiar de noche hasta lograr mi título de arquitecta. Durante ese tiempo fui empleada de tiempo completo en oficina de arquitectos, después entré como delineante de arquitectura en una constructora, cree varios emprendimientos al mismo tiempo, renuncié y me arriesgué a crear mi propia constructora con mi esposo. Llegaron mis dos hijas, jamás me había sentido tan fuerte y empoderada en toda mi vida, pero para mi sorpresa la vida me llevó a vivir en Estados Unidos en el año 2015 y todo cambió por completo.

Ya había visitado La Florida desde el 2011 por vacaciones, me encantaba ir a los parques de Disney, ir de compras al Mall de Ellenton, comer hasta que se me parara el ombligo en Applebee’s, Outback, Burger King, IHOP, entre otros, lo sé, es mejor la comida de la tierrita, pero ajá, era parte del paseo. Como los planes de Dios son diferentes a los nuestros, en 2015, en una rápida decisión nos mudamos a Sarasota y desde allí una parte de mi alma se quedó en tierra americana, con gente maravillosa, hice grandes amigos que conservo hasta hoy, disfruté de la tranquilidad y paz de la ciudad que nos acogió, de su mar y sus parques. Así que cuando tuve que regresar a Colombia, a empezar de cero, otra vez, ya nada volvió a ser igual. Me convertí en alguien que amaba la tierrita, pero sentía que no encajaba, quería ver más, conocer más, aprender más, tener más amigos y regresar al mar. Emigrar es un camino sin regreso.

Más allá de lo que mostramos en las redes sociales, en donde todo es color de rosa, nada malo sucede, todos somos exitosos, llevamos procesos lindos, tenemos la familia perfecta y la felicidad es absoluta, lo que no se ve es la zozobra que se vive a diario, la incertidumbre mientras tu proceso de inmigración se lleva a cabo, organizar tus cuentas para poder cumplir con los gastos del mes sin morir en el intento, luchar con el idioma aún más cuando eres loro viejo como yo, en mi caso el inglés, decidir si aprenderlo o rehusarse a ello y limitarse a un círculo de amigos latinos o salir de la zona de confort y lograrlo. Al mismo tiempo, rogar cada día por no enfermarte, sentir la dicha de estar en un país desarrollado con menos inseguridad y más opciones de prosperar, extrañando a diario los sabores de la comida, porque, aunque hoy día hay gran oferta de alimentos latinos, nada sabe igual. Disfrutar de lo bueno y lo malo y sobre todo del mar, que es algo que no cambio por nada y más allá de todo eso, hacer caso omiso a las opiniones de las personas que quedaron atrás, porque muchas veces nos lastiman con suposiciones o porque no cumplimos con sus expectativas, con lo que para ellos es el modo correcto de hacer las cosas.

Para resumir, es una bomba de emociones al interior de tu cuerpo que día a día aprendes a disfrutar. Amas y valoras más la familia, como también agradeces por el baño que se convierte en tu refugio para que los demás no vean tu angustia y el mar -en mi caso- es mi gran fuente de recarga a donde voy cada vez que puedo. En este loco proceso, aprendes a amar la conexión con Dios porque entiendes por fin, que no eres dueño de tus planes, que debes soltar las cosas materiales que quedaron atrás, desnudar tu alma, mostrar tu verdadera cara, sin miedos, permitirte ser vulnerable, más humano y encontrar tu propósito. Eso es lo que se siente al emigrar, eso es lo que no se ve en las redes sociales. Como les digo, hablo por mí.

¿Qué si siento miedo?, No, esta vez no. Después de superar dos huracanes: Irma en 2017 e Ian en 2022 (cada uno se merece su nota), creo que mi espíritu aventurero aprendió que se puede empezar de cero, pero no desde cero, tantas veces como sea necesario.

Mi corazón de emigrante me acompaña con más amor y resiliencia, ahora veo con buenos ojos los cambios y amo conocer personas, escuchar sus historias y aprender de sus experiencias. Explorar lugares nuevos y seguir soñando con cosas que están por completo fuera de mi alcance, no tendría sentido de otra forma, ¿no crees?  

¿Haz pensado alguna vez en salir de viaje sin saber si quieres regresar?

¿A dónde irías?

¡Gracias por leerme, una vez más!

Nellyjop.

7 respuestas a “Historias de un inmigrante.”

  1. Avatar de Milena Sánchez
    Milena Sánchez

    Excelente inicio, esperando la segunda parte ☺️

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  2. Avatar de Margy mercado
    Margy mercado

    Me encanto!! Que buena narrativa hice contigo el recorrido que describiste de nuestra bella hija del sol jajaja😂. Súper que termines con preguntas porque es una invitación a arriesgarse a soñar en grande! Me siento muy orgullosa de ti y hasta donde Dios te ha llevado… Sé que El tiene mucho más para ti y tu hermosa familia!😍 Un abrazoteee🥰

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  3. Avatar de KAREN DAMARIS RODRIGUEZ
    KAREN DAMARIS RODRIGUEZ

    Que historias tan hermosas. Me atrapaste hasta el final. Esperando la siguiente. Besos y abrazos 😘😘

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  4. Avatar de Dana Gil
    Dana Gil

    Esta parte de tu historia es hermosa, admiro tu fortaleza y sensibilidad, me gocé cada línea!
    Ya tengo el lugar perfecto en donde venden unos patacones rellenos deliciosos para cuando vuelvas ♥️

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  5. Avatar de Edilma Lucia Restrepo Arenas
    Edilma Lucia Restrepo Arenas

    Nelly, en tus letras pude ver tu alma que sencillamente me recrea el recorrido de una vida llena de grandes sueños. Ahí estás haciendo remembranza, recorriendo ese paisaje que amas y que vive dentro de ti. Te felicito mi niña hermosa, eres una gran literata, sigue adelante, espero leer pronto la continuación de tu historia. Un abrazo mi escritora favorita. Dios te bendiga siempre 🥰🙏
    Gracias por compartirla conmigo. Te quiero mucho ❤️💕

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  6. Avatar de SGimena Franco
    SGimena Franco

    Mi bella Nelly, qje lindo tu relato.. tu brillas y brillarás donde estés.. que bella familia y que gran fuerza irradian juntos..
    Aquí en nuestea tierrita tendrás una amiga extrañandote muchooo..

    Muchas muchas bendiciones

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  7. Avatar de Carlos Herrera
    Carlos Herrera

    Conocerte desde hace tanto tiempo y saber que lo mencionado aconteció, no se compara a lo que en tus palabras detallas, inevitablemente debo aplaudir a los momentos difíciles que como en tu vida también los tuve, pero que en efecto nos edifican y nos convierten en personas más fuertes.

    Gracias por hacerme sentir identificado, (no solo) bendiciones nelly

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